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Desarrollo socio afectivo en la primera infancia: El apego

Cuando hablamos del desarrollo socio afectivo en la primera infancia hacemos referencia al proceso por el que los niños adquieren recursos que repercutirán en la conformación de su personalidad, les permitirá gestionar asertivamente sus emociones, detectar necesidades y reconocer los sentimientos en el otro, ampliar paulatinamente el conocimiento sobre sí mismos, resolver conflictos cotidianos y relacionarse con los demás de forma positiva y expresarse convenientemente.

Para alcanzar los parámetros esperados del desarrollo socio afectivo las figuras de apego en la vida del niño van a tener un rol determinante.

 

Desarrollo socio-afectivo

Para comprender el proceso de socialización por el que atraviesan los niños en sus primeros años de vida debemos tener en cuenta que los niños están predispuestos para la interacción, podemos observar –por ejemplo- que los bebés desde muy pequeños muestran preferencia por los estímulos sociales, cuando alguna persona en casa interacciona con ellos física o verbalmente, podemos evidenciar una reacción al estímulo; sonrisas, movimientos e incluso llanto.

 Las habilidades sociales necesarias para la adaptación comienzan a desarrollarse con prontitud en la vida de todo ser humano, ya que estamos hablando de un conjunto de destrezas de primera necesidad que hacen posible la sobrevivencia, es de esa manera que las primeras adaptaciones y regulaciones sociales ocurren en la familia, proporcionándole al niño un bagaje social con el que llegará a la escuela y la imagen que vaya construyendo de sí mismo va a estar mediada por la historia de las relaciones con los otros. Es así que podemos identificar dos factores importantes que van a incidir en el despliegue de este proceso de evolución socio afectiva, y esos son la familia y la escuela.

 La familia es el primer contexto de socialización del ser humano y es un entorno constante en el que se establecen las primeras interrelaciones y cambios comunicativos. El niño internalizará las normas del comportamiento social y requiere tener un clima de seguridad emocional para poder consolidar elementos fundamentales en la constitución de todo individuo; los comportamientos sociales, el afecto, el desarrollo emocional, los aprendizajes básicos, la disciplina, normas y valores.

Por otro lado, la escuela se presenta como el segundo contexto de socialización, y es el lugar en el que el niño va a permanecer de forma continuada durante muchos años en contacto con otros niños diferentes a la familia, es por eso que las relaciones en la escuela tienen un carácter diferente al de las relaciones familiares, pero es importante establecer entre ambos contextos una transferencia positiva y coherente para facilitar el desarrollo emocional.

 

Apego, nacimiento y evolución de los vínculos afectivos

Cuando hacemos uso del término apego, nos referimos a la relación especial que un niño establece con un número reducido de personas, un lazo afectivo que les impulsa a buscar la proximidad y el contacto con ellas a lo largo del tiempo. Se trata de una tendencia innata, una conducta heredada por nuestra especie debido a su valor adaptativo y de supervivencia.

El apego, principalmente, responde a una de las necesidades humanas más fundamentales, la necesidad de sentirse seguro; una base de seguridad para que el niño explore el mundo físico y social y encuentre un refugio en el que confortarse en situaciones de ansiedad, tristeza o temor. La necesidad afectiva es la necesidad psicológica más importante de toda la vida.

La teoría del apego defiende, que al igual que los animales, los seres humanos nacemos con un repertorio de disposiciones conductuales propias de la especie que promueven el vínculo afectivo entre el niño y sus cuidadores, hace referencia a su primera relación afectiva.

 Los niños nacen programados para vincularse y los adultos están biológicamente programados para responder a las señales que emite un bebé, -por ejemplo- al escuchar el llanto de un bebé, el adulto más cercano al infante va a entender inmediatamente que ese niño requiere atención para saciar alguna necesidad, hambre, sueño, frío, etc., e inmediatamente va a saciar esa necesidad o en caso de estar imposibilitado de hacerlo, buscará otro adulto que pueda hacerlo. Sin embargo, esta predisposición biológica no es suficiente, será precisa una larga experiencia de interacción y el desarrollo de capacidades cognitivas y afectivas para que el niño pueda reconocer y diferenciar a las figuras de apego.

Por otro lado, dolor, angustia y tristeza acompañarán a las experiencias de separación y pérdida de la figura de apego, la ansiedad ante la separación será la prueba de que el niño ha establecido los vínculos ya que las figuras de apego serán una base de seguridad a partir de las cuales el niño inicia la exploración del exterior pero que a su vez requiere y demanda la presencia y accesibilidad de las figuras de apego, caso contrario, ante la ausencia de sus figuras de apego, el niño inhibirá esas conductas. Una vez establecido el apego, el niño, cambiará su relación con los desconocidos, se activará el miedo si el encuentro es valorado por él, como una amenaza.

 El apego va a presentarse como los esfuerzos por mantener la proximidad con las figuras con las que el niño ha establecido un vínculo afectivo y va a posibilitar relaciones más seguras con el entorno, por ejemplo, frecuentemente podemos observar un niño que no ha estado con sus padres –se ha quedado en casa de los abuelos, o en la guardería-, y cuando mamá o papá llegan a recogerlo hay un evidente cambio comportamental en el niño, se pone a llorar por ejemplo, la mayoría de la gente asume que el niño tiene conductas inadecuadas y lo califican como “malcriado”, pero la verdad sea dicha, el niño presenta esos cambios en su conducta porque sus padres son su “lugar de refugio”, con ellos presentes siente la confianza de poder expresarse y recurrir al llanto si es necesario, sobre todo si ha experimentado ansiedad ante la separación.

 

En este punto es importante hacer una pausa y reflexionar, que, en nuestra posición, como adultos responsables directos o indirectos del desarrollo socio afectivo de los niños a nuestro alrededor, debemos evitar el uso de estas etiquetas –malcriado, mimado, llorón, etc.-, que además de estar equivocadas, son impertinentes e innecesarias, y son altamente contraproducentes pues mellan la autoestima en desarrollo de los niños.

Un apego seguro y positivo va a favorecer la supervivencia manteniendo próximos y en contacto a las crías y progenitores va a brindar una importante sensación de seguridad, ofrece y regula la cantidad de estimulación sensorial para el óptimo desarrollo social y afectivo. Por otro lado, va a incrementar los impulsos y conductas de exploración, la curiosidad, la solución de problemas, el juego, las relaciones con los compañeros y va a repercutir significativamente en el desarrollo social e intelectual.

Por otro lado, un apego inseguro hace que cualquier conducta ambivalente o poco clara de los otros se viva como un rechazo total. Las personas ambivalentes necesitan continuas muestras de afecto, su modelo mental no incluye una idea interiorizada del otro como alguien estable y disponible. Se ha encontrado una gran continuidad entre las historias de apego y el cuidado de los hijos. Los tipos de apego tienden a reproducirse, pero algunos padres consiguen cambiar el estilo y romper esta cadena intergeneracional, posiblemente haciéndose consciente de sus experiencias infantiles y modificando sus modelos mentales.


La respuesta familiar a las necesidades infantiles

Es importante considerar a la familia como sistema, en el que las acciones y actitudes de cada miembro afectará al resto. Cada familia se constituye como un sistema completamente diferente, por lo que tiene su propia estructura y  pautas que regulen su funcionamiento. Existen subsistemas diferentes dentro de la familia que van a posibilitar diferentes formas de relacionamiento, es decir, no será igual la forma en la que la madre se relaciona con sus hijos, que la manera en la que establece la relación con su esposo.

La familia tiene una serie de funciones que cumplir en lo que respecta la crianza de los niños, estas funciones están supeditadas a las necesidades del infante, por un lado, están las de carácter físico−biológico y que abarcan a todos los cuidados relacionados con la alimentación, higiene corporal, salud, entre otras, es decir, la necesidad de ser protegido de riesgos concretos.

Luego tenemos las necesidades de orden cognitivo, y son aquellas que encontramos en relación directa con la estimulación sensorial, las capacidades infantiles necesitan ser estimuladas para que se desarrollen, esta estimulación debe de ser variada y contingente a la actividad del niño. La carencia de estímulos, personas y situaciones para interactuar supondrá una restricción importante al desarrollo infantil.

En tercer lugar, tenemos las necesidades de exploración física y social, ya que los niños son activos y curiosos, eventualmente necesitan explorar su entorno físico y social, por lo que precisan de un sistema de apoyo a niveles afectivo y social, ese sistema de apoyo contendrá a los adultos como mediadores que coadyuven a que el niño comprenda aquello que explora.

Otro grupo relevante de necesidades son las de tipo emocionales y sociales, el niño necesita relacionarse con otras personas iguales y de su entorno y para que estas experiencias no sean desfavorables es importante que el niño tenga confianza y sienta libertad al interactuar. Es importante señalar que los miedos y temores, van a ser obstáculos que requieren ser resueltos con apoyo de un adulto, para no tener repercusiones en su proceso de socialización e incluso más adelante en su vida adulta.

 Laura Amador

Psicóloga


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